- No he visto la película de 50 Sombras de Grey.
- No he leído el libro de 50 Sombras de Grey.
- No tengo nada en contra del BDSM. Estoy totalmente a favor de la libertad sexual.
Estoy totalmente en contra de 50 Sombras de Grey, porque es la prueba fehaciente de que la sociedad quiere hacer a las mujeres idiotas. ¡Y me niego! Creo que el argumento tratado en el libro (y lo del BDSM me parece un mero detalle) sostiene y promueve una serie de estereotipos y condiciones nocivas para las personas.
Empecemos por ese protagonista controlador y absoluto, que no deja para su compañera más que el mero rol de espectador. Alguien podría relacionarlo con el sobre-protector hasta el agobio que era el vampirito Cullen, ¿no? Y es que muchas personas ya echaron chispas con el éxito de la novela de Stephanie Meyer, de cuyas dos primeras partes una servidora disfrutó a la tierna edad de catorce años. Pero claro, catorce y no más; inocente tal vez, pero tonta no. Y justamente porque yo (como muchas, muchas) también me he dejado llevar por la fantasía de un hombre que no nos quita el ojo de encima y nos lleva a dar la vuelta al mundo, me he planteado ¿por qué? ¿Por qué tanta pasividad?
La idea de un hombre que lo controla todo y lo hace todo, que persigue a la mujer que ama resulta atractiva, sólo hay que ver el número de libros vendidos. ¿Por qué? Por la gran inseguridad de muchas mujeres en la sociedad actual, especialmente en lo referido al sexo y a las relaciones románticas. La imagen femenina que ofrecen los medios de comunicación es la de la mujer que se deja cortejar, o que a lo suma utiliza sus “encantos” femeninos (le pone ojitos, se viste “sexy”, etc.) para atraer al hombre, pero que jamás de los jamases va hasta él y le pregunta: “Oye, ¿hacemos algo juntos?”. Así es normal que en esta situación, las chicas menos extrovertidas, sueñen con que el hombre ideal las persiga obsesivamente. Que de su inspiración salga el hacer esto y lo otro, llevarlas a cenar, sugerir el plan… Resumiendo, que no haya que pedirle nada, porque las mujeres no piden. Es decir, su mayor aspiración es sentirse deseadas, puesto que parece ser la única forma de acceder a una relación amorosa.
La única película en la que recientemente he visto que era la mujer la que intentaba acercarse al hombre ha sido El lado bueno de las cosas, en la que el personaje tan bien interpretado por Jennifer Lawrence es quién provoca todos los encuentros y avances en la relación de ambos. Personaje que además me parece enormemente humano e inteligente, por las decisiones que va tomando y lo que nos revelan sobre su perspectiva vital. Pero tengo que añadir, y esto es clave, que todos los otros personajes piensan ¡que está loca! Vamos, que esa forma de acercarse compulsivamente al otro protagonista está justificado por su falta de lucidez a causa de sus traumas. Y que una chica en sus cabales no haría eso. Y no iría por ahí buscando amor, porque eso es de mujer desesperada y fea, y a la que no quiere nadie.
Yo comprendo que mucha gente fantasee con la circunstancia ideal en la que no tenga que sentirse vulnerable, porque las relaciones amorosas son en las que más vulnerables nos vemos obligados a mostrarnos. Todos nos sentimos inseguros en estos temas, hombres y mujeres. Pero siento decir que la realidad nunca es como nosotros la soñamos, y que alguien adivine lo que queremos que haga por inspiración divina, es como mínimo imposible.
Así que este es el modelo de mujer que actualmente la sociedad está promocionando, pues pocas críticas he visto sobre el libro o la cinta realmente en los medios de comunicación, y todas las que he visto han sido en internet y a título de opinión personal. ¡Qué vivan las niñas inseguras, que necesitan que su amante experto las coja de la manito y haga todo por ellas! Y lo más importante, que necesitan que adivinen los deseos más libidinosos, porque una señorita no va a admitir que tiene esas apetencias. En fin…
Y como he dicho más arriba, lo del BDSM en toda esta historia, es un detallito. Porque la sumisión que molesta, que es dañina, no es la que lleven a cabo una pareja en su intimidad y en los términos que ellos hayan decidido, si no la que es exigida en el ámbito de la vida pública para ser considerada una mujer correcta.
Segunda cosas que me saca de quicio de 50 Sombras de Grey, y que también se está viendo en mucho otros fenómenos basura. Y es esa lujuria por la vida lujosa que se puede permitir el protagonista del libro/película. Bien sabido es que el sueño americano es ser rico (ni construir un imperio, ni ser famoso, ni perras, ¡es ser rico! Si te toca la lotería, vale igual que si te lo has tenido que currar como Bill Gates). Pero la forma en que estos valores materialistas están impregnando las fantasías de miles y miles de personas, y se están convirtiendo en una condición sine qua non en la vida me asquea. Ahora ya no nos vale que sea el hombre ideal, ahora además tiene que tener un jacuzzi ideal en su ideal piso céntrico en New York, y otro en su idealísima casa en la playa de Los Ángeles; y llevarnos todas las navidades de viaje a París, porque, no vamos a negarlo, serían las vacaciones ideales. Porque oye, que si tienes un buen trabajo y te puedes dar el gusto de irte de vacaciones a Hawái todos los años, pues mira, te aplaudo y brindo a tu salud, pero ¿tanto? ¿En serio tiene que ser tanto como el magnate del que hablamos aquí? Y seguro que ni siquiera tiene una ONG como Bill Gates, o como tuvo Paul Newman… Personalmente, esta avaricia desbordada me parece irracional y autocomplaciente. Que fantasear indulgentemente lo hacemos todos y es lo más natural del mundo, pero hay que saber con qué se fantasea.
Por cierto, el vampiro de la saga Crepúsculo (que, bueno, es para adolescentes y qué le vas a hacer, son personas aún en formación y con cierta ingenuidad todavía) también vivía con holgura.
¿Son estos los valores que se estilan hoy en día? ¿Son estas las grandes ambiciones y fantasías?
Me da igual que la gente lea cosas que estén mejor o peor escritas, que vendan más o menos, que cada uno se entretenga con lo que quiera y se evada como le apetezca. Pero que no haya una mínima oposición cuando un ideología de este calibre sacude el panorama del mercado literario, me parece repugnante. Que no estoy diciendo con esta expresión que la autora tenga ningún tipo de intención adoctrinante o algo así, para nada, creo que ella se lo ha pasado tan bien escribiendo el libro como sus lectores leyéndolo, y con la misma inocencia.
El llamado “fenómeno de 50 Sombras de Grey” me parece sintomático de que algo no va nada bien en la sociedad actual.